El principal patrón que une a los inversores inmobiliarios es que compran una propiedad y deciden no venderla. Si bien comprar bien es clave, “la trampa” está en la venta y existen varias razones. Una es creer que el ladrillo siempre sube y nunca baja. En otras palabras, no medir el rendimiento logrado ni su potencial, ni compararlo con otras alternativas de inversión. Es decir se incurre en el error de no maximizar el rendimiento del capital vendido. ahora bien, con una gestión activa, se puede multiplicar por diez el capital invertido en 20 años.
Otro de los errores es no distinguir entre inversiones inmobiliarias e inmuebles de uso propio. En el primero uno lo hace para ganar dinero, en el segundo para disfrutar. otro tema son las cuestiones culturales. A veces es negocio adquirir un activo premium en una locación excepcional como Puerto Madero. Pero además hay momentos para comprar inmuebles en zonas de clase media/baja.
El negocio inmobiliario no es location sino timing. También hay quienes creen que la inversión inmobiliaria es siempre local o siempre internacional cuando la clave es cambiar de tipos de activos o y mercados. Por otra parte un comportamiento frecuente es inmovilizarse pensando en el costo de salida cuando en realidad hay que pensar cuánto deja de ganar sino vende. aquellos vendedores que pretenden obtener un precio que el inmueble no vale pueden perder la posibilidad de salir, en el mejor momento al mejor precio. al mantener un activo, el rendimiento es negativo cuando el mercado cae. En fin para obtener rentabilidad, es necesario tener el inmueble durante las fases de expansión del mercado -períodos de 4 o 5 años.
Luego, hay que vender y adquirir otro inmueble en fase de recuperación, variando el tipo de activo, ciudad o país. De lo contrario, compre la propiedad que quiera sin pensar en su precio y disfrútela sin culpa.
Fuente: La Nación